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¡Y llegaron los libros!

¡Y llegaron los libros!

Viernes, Mayo 17, 2019 - 16:39
¿Cómo llegan los libros a la biblioteca? Juan Camilo Tobón Cossio, seleccionador de BibloRed, cuenta el proceso de selección bibliográfica

Aceptamos que las bibliotecas son ventanas al mundo, al presente, al pasado, a los sueños, al misterio, a las preguntas resueltas y por resolver de cada hombre y todos los hombres. Ellas son por definición: el lugar donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura (DRAE); pero no sólo hay libros, también otro tipo de materiales como CDs, DVDs, materiales lúdicos, revistas y otro tipo de colecciones. Las bibliotecas buscan, por una parte, contener y dinamizar la cultura en el proceso de humanización y, por otra, permitir que la experiencia del lenguaje -manifestado en el conversar, el leer y el escribir- se armonicen con las dinámicas de la vida misma de las personas y sus entornos; sin embargo, cuando entramos a una biblioteca, como a modo de un sueño en el que no recordamos la génesis del sueño, nos encontramos con una serie de obras, pero ¿cómo llegaron allí?, ¿qué genio maligno ha decidido que esos libros o materiales estén dispuestos ahí y no otros? Es algo que pone nuestra mirada en la parte oculta del ser mismo de las bibliotecas. Ese es el objetivo de este escrito: mostrar, desde una mirada reflexiva del hacer (de la selección bibliográfica), algunos periplos que se atraviesan y que permiten decir en la biblioteca: llegaron los libros.

En mi experiencia como usuario y, posteriormente como bibliotecario, acercarme a estas preguntas ha sido un asunto de tiempo, mejor, de tiempos. Al principio pensaba que si una biblioteca existía en ella debía encontrar todos los libros o la información que necesitaba en ese momento. El desasosiego se sentía en las manos al no encontrar los títulos o temas en los ficheros y posteriormente en el catálogo digital; a veces me remitían a otras bibliotecas lejanas de mi locación, con lo que la decepción me inundaba ¿no les pasó alguna vez lo mismo? Luego comprendí que cada biblioteca es un pequeño universo en sí mismo y, como nosotros, también padece sus propias limitaciones, entonces ¿qué vendría siendo una biblioteca? la respuesta aún aguarda por su respuesta.

Abrir el universo

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Al modo de los filósofos medievales que veían en cada parte del cosmos la presencia de un todo, en la biblioteca cada libro es una ventana, una porción del universo; y cada biblioteca suma, a su vez, una parte a un gran entramado, en el que confluyen una serie de silenciosos esfuerzos. Esfuerzos que, para bien o para mal, permiten que ese libro que se busca, que se escribe o se posterga, que se encuentra o que nos encuentra, estuviese dispuesto o no allí.

Sin lugar a dudas, las bibliotecas están llamadas a ser entidades formadoras; en este sentido, los libros que se seleccionan para ellas, deben alinearse a los criterios formativos que persiguen: bibliotecas universitarias, escolares, públicas, patrimoniales, comunitarias, centros de documentación y, aún, salas  o espacios no convencionales de lectura, todos ellos buscan fines similares pero por caminos diferentes y lectores diferentes. Esto es algo que debe habitar en nuestra conciencia para poder disfrutar de los esfuerzos silenciosos y degustar de los hallazgos de recorrer los laberintos bibliotecarios. Cada biblioteca abre un universo, pero cada una es un enlace que nos lleva a otras bibliotecas más complejas, así como cada lectura nos remite a otras honduras acompañadas por sus restricciones. Pero, ¿de dónde vienen todas estas limitaciones, que más que ser una forma de impotencia, son un reflejo de nuestra razón que demanda delimitación? Una posible respuesta se encuentre en la selección, así lo hemos ido comprendiendo en la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá - BibloRed, pero también lo he comprendido como habitante de las bibliotecas.

Limitar el universo

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Seleccionar es limitar, esto es, establecer una marca, el derrotero hasta donde podría llegar una travesía. Dicho límite se mueve, se alarga o se encoge con los asuntos que asoman, que se descartan, que se olvidan o que se resisten a desvanecerse de nuestra memoria. Como el poeta que tarda en elegir la palabra o la imagen que usará en su obra y que corresponde a su acto creador y no otra, el seleccionador debe tomarse un tiempo para, en un mar de libros, tomar el que tal vez llegue a satisfacer a un lector desconocido. Sin embargo, de este lector, quien realiza la selección entrevé un matiz de su rostro, un perfil, un ideal. Algunos piensan que ese lector debe leer lo que sea pero que lea, otros lo orientan a algunas temáticas particulares dadas por el contexto territorial, otros lo seducen a los recodos de las ciencias, la literatura, o alguna fe. Sin importar cuál sea el imaginario, que será criticado, debe ser irrenunciable. La idea de este lector se hace más fuerte en la medida en que la persona encargada de la selección, goza de tres elementos:

Una soledad plural: ser usuario (no sólo funcionario) de la biblioteca; asombrarse al recorrer el sistema de clasificación bibliográfica en un estante, participar de los programas de animación a la palabra y la cultura, angustiarse por las sanciones ante el retraso de la entrega de un ejemplar,  vivir junto a la biblioteca y sus lectores, pero también hacer su camino como lector.

Contar con un equipo: un comité, que le hable desde las perspectivas de los múltiples saberes, los territorios, la academia, la Historia y las historias de la vida; así como desde las bibliotecas mismas.

Acudir a los libreros: tomarlos como aliados en el proceso de selección implica discernir sobre los juicios que emiten las editoriales y el sector  sobre las obras A veces, sus voces, son resistencias al mercado, las modas y las arbitrariedades; además, son los lectores iniciales de las partes que conformarán nuestras colecciones bibliotecarias; son como Mendel, el de la obra de Zweig, que despiertan el misterio y la fascinación.

Esta limitación del universo, es decir, la selección, también tiene algunos elementos que la encausan:

a) La tipología de la biblioteca

Es importante reconocer a qué tipo de biblioteca se desea orientar la información y los contenidos. Saber cuál es la temática de énfasis, el desarrollo histórico del territorio, la tipología de usuarios y los proyectos que se han gestando en ella. De este modo se sacará mucho más provecho a las colecciones que  sólo dedicándose a enviar listados estándar -aunque se tenga que considerar esta estrategia-.

b) El presupuesto

Este es un elemento clave. Nos permite materializar nuestros deseos, moderarlos o buscar alternativas. Sin un presupuesto claro desde el inicio, nos podemos quedar en el deseo de libros muy bellos, libros necesarios y vanas ilusiones. Cabe advertir en este punto que los libros no deben ser valorados únicamente por su costo. A veces resulta nociva la idea de creer que con lo que se compra un libro caro se pueden comprar tres o más. Tampoco se trata de comprar solamente libros costosos para las bibliotecas, sino saber qué y por qué. Cuántas veces un libro de lujo, sólo lo hemos podido apreciar por la labor de una biblioteca, llenándonos de una profunda emoción estética, de una ventana al mundo, luego ¿deben quedar excluidos si tenemos la posibilidad de adquirirlos?.

c) La censura del universo

Este es uno de los puntos más sensibles del trabajo de la selección: ¿Hasta qué punto la selección es una forma de censurar algunos temas, libros y escritores? ¿Cómo se ve influenciada la selección por la censura, es decir, por el silenciamiento a algunas obras que las autoridades civiles, educativas o el mercado editorial decide no volver a poner a circular? Consideremos dos perspectivas:

I. La oferta editorial

A veces el mercado editorial impone sus censuras: los títulos y autores que más se venden dentro de acciones de mercadeo de masas, la falta de impresiones o reediciones de títulos que, a pesar de su importancia o de estar unido al corpus de un autor, van quedando en el olvido por la falta de compradores; la asimilación de algunos sellos editoriales por grupos económicos que limitan la oferta de títulos o los lleva a su extinción; el crecimiento en ventas de libros infantiles, lo que ha llevado al descuido de los géneros de la literatura infantil, su calidad narrativa e ilustrativa; la saturación de algunos géneros para jóvenes y adultos que resultan más rentables; la falta de apoyo a la publicación de nuevas traducciones (aunque haya editoriales que se especializan en ello, en su mayoría del sector independiente) o la traducción únicamente  de autores laureados con altos reconocimientos, dejando algunas apuestas literarias o editoriales en el olvido; los libros que por alguna razón se consideran inapropiados para la lectura de algunos públicos por el carácter escandaloso de la obra o de la vida del autor; el nicho del mercado escolar que siempre resulta rentable al inicio de la labores académicas, que obedece a planes de instrucción o buenas costumbres e inunda con alto tirajes la oferta de todo el año… en fin, poco a poco, en tanta abundancia de páginas nos vamos encontrando -tanto lectores como bibliotecas- con un margen estrecho de temas, nombres y períodos históricos.

II. La selección

La selección de materiales bibliográficos establece el límite necesario para el universo de la biblioteca (limitar el universo), pero también  establece las posibilidades de ensamble de combinaciones que potencien su quehacer (abrir el universo).

Entonces, ¿qué libros elegir para la biblioteca? ¿Cómo no llegar a imponer un capricho? ¿Cómo mediar entre la limitación de los sujetos, la oferta y el presupuesto ante la necesidad de expansión del espíritu? Preguntas que nos permiten entrever una de las mayores preocupaciones del ejercicio de la selección: el criterio. Criterio que nos sume en una noche oscura de incertidumbres y certezas, pero que permiten que para un lector desconocido, existan posibilidades de desarrollo de sí mismo, de sus inquietudes, de consolidación o iniciación de su camino lector. Así como Blaise Pascal habla de una apuesta ante algunas preguntas hondas del ser humano ante las cuales sólo se puede dar un paso sin la posesión de todas las certezas, quienes se encargan de la selección han de apostar para esperar que la poesía, la información o la fascinación que ocultan los libros elegidos -y de los cuales es imposible tener un conocimiento profundo y técnico de sus contenidos- permitan la resurrección del mundo: el mundo de la vida, el mundo de la biblioteca y el mundo del lector.

Una vez hecha la consciente apuesta por un puñado de libros, se pueden adquirir, procesar, catalogar y disponer para continuar con la conversación sin fin de la cultura, del laberinto de la mente de lo cual es reflejo la biblioteca.

Conclusión

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Después de este recorrido hemos notado que los libros que se veían de manera inexplicable ante nuestros ojos en los estantes de la biblioteca tienen una razón de ser para estar allí, esta razón  brota de un proceso de selección que, a su vez, es de limitación y ampliación del universo en la medida que sea una consciente apuesta por poner algún puñado de libros en manos de lectores desconocidos; sin embargo, este desconocimiento de los lectores de carne y hueso se complementa con el diálogo con los equipos bibliotecarios, otros lectores y los libreros.

El ejercicio de la selección nos sumerge en la incertidumbre, en la finitud, en los embarazosos terrenos de la censura, pero también en el deseo de abrir ventanas al universo.


Los libros que usamos en la biblioteca no están allí per se, detrás de ellos hay un arduo trabajo de un equipo que refleja sus limitaciones, sueños, persistencias y desvelos; por eso, a quienes se encargan de los ejercicios de selección, preparación física, catalogación y disposición del libro para nosotros, les podemos acuñar el siguiente verso de Borges en su poema Los justos: «Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo».

Escrito por Juan Camilo Tobón Cossio, seleccionador de colecciones de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá - BibloRed